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Opiniones y boxers



Una opinión no es como un tatuaje. Más bien es como la ropa interior. Cambian según vas creciendo en tamaño e identidad con ellas. Puedes pasar con ellas desde que tienes uso de razón o más de la mitad de tu vida,  hasta el día de tu muerte. Otras dejas de usarlas porque ya no van contigo, porque tu estilo de vida cambió. Incluso el clima puede hacerte cambiar algunas.
En ocasiones, las opiniones pueden flexibilizarse, igual que la liga de un boxer, y ya no rigen tu día a día. Ya no son tu lema. Pasan al fondo de la gaveta donde están las demás prendas que sabes que no quieres botar porque algo en ellas aún te gusta. Tipo adeco en hibernación.
Hay puntos de vista sobre las personas que queremos que nos rodeen a los que nos aferramos por años. Siempre el mismo tipo de gente, los mismos grupos, los mismos encuentros. Un buen día podríamos comenzar a apartarnos de ellos para probar algo nuevo. Gente que vaya mejor con nuevos intereses y necesidades que ni siquiera nosotros habíamos admitido que teníamos. Como cuando se abandonan los incómodos interiores narizones que hacían poco para evitar el escape y riesgo de un testículo por la comodidad de algo más largo y de mayor agarre y ajuste a la anatomía masculina.
Existen opiniones que sacamos a relucir para lucirnos en ocasiones especiales, como cuando alguna chica se pone ese hilo o cachetero con encaje que la hace sentir Michelle Obama por fuera y Mia Khalifa por dentro, o un boxer que saca el James Bond interno. Esas opiniones las declamamos, tenemos años practicándolas en diálogos mentales.
Hay otras que se convierten en secretos placeres culposos y nos enorgullecemos de ellas, como que nos gusta la pizza con piña o una pantaleta manga larga, tipo paracaidas que le encantaba usar a una novia que tuve. Así como hay unas más extremas de cuero, con hendiduras y púas que van de la mano con el secreto apoyo a Donald Trump.
Nunca estará mal cambiarlas voluntariamente por causa de nuestras experiencias y necesidades, como cuando fidel castro se convirtió al comunismo para ganar el apoyo de Rusia o como cuando los de Metallica se cortaron el cabello, el hombre y sus circunstancias. 
Nuestras posiciones y nuestros puntos de vista, de ninguna manera, son una cárcel, ni unas cadenas o un estigma que llevamos en la frente. Son reflejo de lo que vemos, vivimos y sentimos. Y la experiencia siempre puede ser distinta. Y nadie puede juzgarte por ello. Raro sería alguien que nunca cambia de opinión o use la misma ropa interior toda la vida.